RUTA 14/09/2019
Alagón/ Grisén/ Zaragoza.
“No soporto verte brillar”
Hay días que si, hay días que no. Hoy para mí fue que no, empecé mal la jornada pero , gracias al cielo, la acabé muy bien. Legué tarde a la quedada en el Club Deportivo Ebro , antigua piscina sindical a las nueve menos cuarto, donde entre vítores y abucheos a partes iguales me recibieron mis compañeros (que grandes son y que cachondeo llevan en el cuerpo) acompañado de David “el mohicano” . En llegando el último no hubo mucho tiempo para nada más, por lo tanto arrancamos inmediatamente. Mi sopresa que en el lugar se hallaban treinta y tres personas con sus respectivas bicis. Otra vez una quedada multitudinaria, otra vez una gozada de reencontrarnos con grandes amigos. Entre los presentes nuestros queridos Finishers, con José Luis y David a la cabeza de ellos, un buen puñado del grupo de Principiantes, representado claramente por Paco y acompañado a su vez por elementos como Enrique y otros e incluso una numerosa porción de jugadores de posición libre, freelancers, amigos que en ocasiones vienen y en otras no, como el Guadiana aparecen y desaparecen y que siempre es una alegría volver a ver y , como no puede ser de otra forma, un elenco de los del Ritmo, habituales y geniales como es normal en ellos.
La mañana despuntaba fresca en su comienzo, el cielo de un gris plomizo, encapotado en extremo y que hacía que levantáramos de vez en cuando la cabeza deseando que no cayera una gota. Por contrapunto la suerte nos iba guiando en el aspecto de que el viento no ofrecía castigo ninguno, por lo tanto un arranque de ruta genial.
A los pocos kilómetros me di cuenta que me había olvidado mi bidón. Ya dije que hoy para mi era un día que no. Enseguida Sebas me ofreció el suyo pero no fue necesario , llevaba mochila de hidratación y de una forma u otra me apañaría. Enseguida se condujo junto a mi David, ese genial finisher con piernas como las columnas de Hércules y que fue conversando conmigo y amenizándome un tramo del trayecto. Andaba yo, al igual que José H , Pascual e incluso José Luis, subiendo y bajando del pelotón, vigilando los pasos de nuestros compañeros (en especial los nuevos) , mención especial al líder de los Finishers, que tesón ,que dedicación, este hombre lleva impreso de serie el afán por ayudar. Se produjo de tal manera que andaba en todas partes, una omnipresencia tan productiva que sabía , sin lugar a dudas , que estaba ocurriendo arriba y a la par abajo del pelotón. Anduvo también a mi lado un trecho, de esta forma me contó que este verano le habían sometido a una intervención en una pierna y, tras darme una clase magistral de anatomía humana, me contaba que se hallaba bien y perfectamente recuperado. De esta forma devorábamos los kilómetros sin darnos cuenta, a un ritmo muy respetable sin llegar a ser agotador. Tuvimos una parada, bien es cierto, “Gocha” pinchó una de sus ruedas y al momento una plétora de manos se puso a ayudarle. Produjo esto un cierto desorden, un pequeño caos cuando nos encontrábamos en las inmediaciones de Alagón. Un buen número de nosotros siguió su camino para esperar en las murallas de Grisén (el caracol) mientras otra parte auxiliaban al averiado y en medio yo, con otro buen puñado de ciclistas tales como Isidoro, Luisete o David e incluso alguno más, rodando sin nadie delante, debatiéndonos entre esperar a los rezagados o seguir a por los escapados. Seguimos pues marcha a un ritmo pausado para dar opción a ser alcanzados. El echo de cruzar Alagón trajo a mi memoria innumerables recuerdos de mi niñez, incluso de mi más tierna juventud. Mi familia (parte de ella) proviene de allí y son incontables las horas que he pasado en sus calles. Vi la fábrica de hielo, donde de niño mi padre o mi abuelo iban a comprar media barra, para meterla en la nevera y pasar el día en el Caracol y de esta forma tener la sandía o la cerveza fresca y donde yo , en alguna ocasión , me compraba algún helado , una auténtica roca de hielo, que producían en tres únicos sabores, leche, chocolate y menta y aún así me sabían deliciosos. Vi el lugar donde mi abuelo tenía su taller, ahora convertido en casas e incluso el bar donde conocí a mi mujer. Que tiempos aquellos...
Pasamos pues junto al cementerio y continuamos hacia las mencionadas murallas. Ya en el lugar treinta y tres almas reunidas, como digo , una parada técnica como es de proceder, una pequeña conversación para decidir si nos llegábamos a Grisén o no e incluso para acordar por dónde pasaríamos al otro lado. Ganó el no a la primera pregunta y por arriba a la segunda. Subimos a la vera del canal para cruzar y emprender nuestro regreso a capital, a mi esta parte siempre me ha dado respeto, he estado mil veces, dos mil, no se, incluso cuando la famosa escalera de caracol se hallaba abierta y accesible por lo tanto al público, y siempre me ha dado respeto, desde que era niño. Tal vez sea algún trauma de esos que dicen infantil, pero me he visualizado dando un resbalón y cayendo al agua. De esta forma, con sumo cuidado y ayudado por Paco y José H, conseguí cruzar al otro lado donde esperaban mis compañeros. Decían: “ No ,que ahora han hecho obras y está más ancho....” debe de ser parte de esas mentiras ciclistas como la de , tranquilo que no queda nada o esta es la última cuesta.
A partir de aquí el planteamiento cambió bastante. El calor empezaba a apretar, lo que otrora fuera fresco ahora era un cierto tufillo a ese verano que estamos abandonando, un ligero aire de cara nos saludaba, para que supiéramos que estaba allí, que no se olvida de nosotros y que es inherente el echo de ser maño, de vivir en Zaragoza al de tener viento. Una buena cifra de nuestros estimados amigos apretó su marcha, comprensible al cien por cien, esta parte no tiene pérdida, es un único camino y acaba por lo tanto en un único lugar. Sus almas pedían guerra, pedían por tanto un ritmo un poco más vivo y para allá que fueron. Desaparecieron en un instante propulsados de una forma sorprendente, pedaleando como si la parca los persiguiera, cuentan por los mentideros del lugar que llegaron a alcanzar velocidades cercanas a los cuarenta kilómetros por hora, échales el guante si tienes narices quiero decir. Los restantes nos enfrentamos al camino de una forma más pausada, nuestra potencia no es la misma y tenemos claro que de una u otra forma acabarían esperándonos.
Al poco a David “ el mohi” y a mi se nos soltó un resorte en la cabeza, no puede ser otra cosa por que si no sería masoquismo puro y duro, me preguntó si apretábamos un poco y yo le dije.... que si. Para allá que fuimos, pude ver que mi marcador marcaba por encima del treinta, mis piernas quemaban y me pedían auxilio, pero no, quiero mejorar, quiero ser como ellos, como esos compañeros a los que aprecio y admiro que iban delante, por lo tanto el que algo quiere algo le cuesta, a seguir dando pedales. Ir detrás de David fue imponente, el tío andaba como si llevara un motor en esa bicicleta y , mientras tanto , yo allí pegado dando lo mejor de mi, o al menos intentándolo. Andábamos en estas cuando a lo lejos vi un ciclista, vestido de oscuro, a todas luces daba la imagen de andar fundido, incluso llegaba a hacer pronunciadas eses. Se lo dije a David y me comentó que era uno de los nuevos gregarios que responde al nombre de Álvaro, amigo lo haces muy bien, pero todavía te queda un poco por aprender, seguro que con tu buena disposición en nada estarás entre los mejores. Decidimos echarle una mano, le ofrecimos nuestra rueda y aminoramos nuestra marcha para que pudiera acoplarse. De esta forma alcazamos al resto, que por supuesto que esperaban y a su vez lo hicimos nosotros para que llegaran los últimos. Lo dicho, un día genial , en la mejor de las compañías. En este lugar nos encontramos con Manolo, que nos contó que había llegado a las murallas y que se había vuelto, que tio, que potencia tiene, y que su bici , de la pasada caída bajando el Verde, había sufrido una mínima reparación , algo que se soluciona con quince euros y una patilla del cambio nueva. Gran noticia.
Nos llegamos al bar , en el barrio de Miralbueno, donde (no se si el camarero o el dueño) se echó manos a la cabeza al ver arribar a semejante marabunta. Allí cayeron unas buenas jarras, unos buenos chistes y un rato insuperable entre amigos. Como dice Pascual en sus líneas, a Álvaro le reventó una rueda a la hora de partir para casa. No te puedes imaginar la suerte que has tenido muchacho, si te llega a pasar eso bajando la Muela acabas en urgencias si o si. Seguro que la próxima vez esto no te pasará. Como dije una jornada que empezó en no y acabó en si.
Hoy te voy a contar un cuento, de forma muy breve, pero estoy seguro que sacarás su moraleja, y si no no te preocupes que intentaré ayudarte. Se hallaba en una ocasión una luciérnaga, vivía feliz a excepción de una serpiente que , incesantemente , intentaba cazarla y darle muerte. Así un día tras otro, intento tras intento hasta que en una ocasión, la luciérnaga, ya harta y cansada le dijo a la serpiente:
Pero, hermana serpiente, si yo no formo parte de tu cadena alimenticia, si yo no te molesto, si no tengo nada que ver contigo... ¿por qué intentas cazarme en cada ocasión?
Y la serpiente contestó :
Por que no soporto verte brillar.
Brillas, lo haces de forma magnifica, hay algo en tu interior, no se que es , pero te hace brillar. Ese compañerismo, esa disposición, ese afán por ayudar y pasar un rato genial. Brillas, lo sé por que puedo verlo, puedo verte brillar. Que nada ni nadie apague ese brillo en ti.
Gracias.
V.
por Jose H » Sab Sep 14, 2019 12:12 am 
cuando estábamos tomando las birras.
Re: Ruta 14-09-2019 (El ritmo lo marca el último)