Gran crónica de nuestro compañero Valeriano Artero Velilla
OS OFREZCO LA CRÓNICA DE ESTA SEMANA, ESPERO QUE OS GUSTE.
Ruta 9/10/2021 La cueva de la hiedra.
De rosas y ortigas.
La ruta revestía cierta dureza. Los más veteranos sabíamos esto de antemano. Si bien no era imposible, en este grupo no hay nada, ni sobre la tierra ni bajo el cielo, que sea imposible, pero si duro y así se demostró.
Quedamos temprano, había muchas cosas que hacer, muchos kilómetros por recorrer y no queríamos que el reloj nos atropellara aunque al final sin querer lo hizo. Resultó ser una jornada en la que la suerte no se mostró del todo propicia, pero como siempre he dicho, lo importante no es la ruta, no es el lugar que vayas a visitar, si no la actitud con la que lo enfrentes y de eso andamos sobrados.
Iniciamos la marcha con prontitud, nueve de nosotros, buscando nuestro destino mientras el aire azotaba nuestros rostros. Abandonamos pues la fuente de la Junquera con Javier E a la cabeza, acompañado a su vez de Humberto. José H deambulaba arriba y abajo del pelotón haciendo sus fotos y tomas de video. Javier T que hoy nos daría una grata sorpresa, A mi lado, muy cerca Alfredo , ayudando como siempre y ya , cerrando el pelotón Miguel, Pao y Leo.
Poco tardó en sobrevenir la amargura, en un pequeño despiste , a la altura de Santa Fe, Pao rozó con la rueda de Miguel lo que la llevó al suelo inmediatamente arrastrando con ella a Leo, su padre. Gracias al cielo no fue una caída importante. Si que es cierto que se saldó con una herida sangrante en una de las rodillas de nuestra dama, pero no pareció darle más relevancia, seguimos pues marcha .
Nos llegamos al paso de los carros, una zona de un intenso polvo arcilloso que lo llena todo. Ensuciando y embozando hasta el más insospechado resquicio de la bicicleta, incluyendo claro está , piernas, zapatillas y demás equipación. Es de esta forma un lugar que , en cuanto recibe la más pequeña lluvia , el polvo se transforma en un barro intenso, pegajoso y absorbente del que no se puede salir, del que no se puede escapar.
A partir de aquí el terreno despuntaba hacia arriba, en una subida constante e incluso en algún tramo volviéndose algo más que pronunciada. Si bien continuaba haciendo fresco , el aire se ofrecía benévolo sin darnos castigo. En lontananza divisábamos ya nuestro destino.
Las montañas se recortaban contra el índigo de un cielo ya otoñal , creando un paisaje casi irlandés. En su centro una hendidura, algo así como una hoz, cubierta de un extraño verde oscuro. El suelo comenzaba a hacerse difícil de tratar. Las cuestas transmutaban en paredes inmensas, de piedras sueltas e hierbajos por todas partes. El sudor brotaba de nuestros cuerpos y en este tramo si, el grupo marchaba callado. Podía ver el esfuerzo de todos mis compañeros, de cómo sus músculos se tensaban como cuerdas de arco para superar cada obstáculo que la pista ofrecía. De como sus caras cambiaban , pasando a un gesto consternado, prieto de dientes y de cejas pero sobrados de resolución.
Llegó un momento en el que , incluso muchos de nosotros , tuvimos que poner pie a tierra para poder seguir. Aquí no nos produce esto ninguna deshonra, sabemos ciertamente que son otros hechos los que si la causan y de eso nos mostramos inocentes. Inmaculados , blancos hasta el tono más níveo. Así somos en el Ritmo.
En un punto ya no pudimos seguir, un campo labrado marcaba el final del camino . Desmontamos pues de nuestras monturas y seguimos a pie, todos y cada uno de nosotros. Ante nuestros ojos se abría un nuevo porta, verde intenso, rebosante de vida, como un oasis en medio de la nada. Avanzábamos no sin dificultad, ascendiendo a cada paso. Hubo incluso quien abandonó su bicicleta más pronto que tarde para evitar seguir cargando con ella cuesta arriba. Llegamos a la zona propiamente de la cueva, a sus inmediaciones y enseguida pude ver que, entre la hiedra, crecía algo más.
Ortigas.
Eran plantas pequeñas en su mayoría, recientes, de un verde claro recién estrenado, pero se claramente que hasta estas pequeñas plantas son capaces de provocar el más profundo sufrimiento, abriendo vergantos en la piel con el más pequeño roce , abriendo surcos de fuego.
Avisé a mis colegas de mi hallazgo , pero para algunos de ellos ya fue tarde, lucían en sus piernas unas cintas rojas e incluso se quejaban de ellas.
Alcanzamos la cueva, ese pequeño espacio íntimo que se halla a sus pies, hay que recordar que este lugar se encuentra unos metros por encima del suelo en lo que sería un pequeño barranco, una pared. Los camaradas más nuevos se maravillaban del lugar, tan recogido, tan reservado, el merecido premio tras un ímprobo esfuerzo. Leo y Pao se atrevieron a trepar por aquel muro , hasta alcanzar la dichosa cueva donde se tomaron unas buenas fotos. No pude por menos que asombrarme de la dureza de este par de titanes, de su capacidad de sufrimiento llevada al por mil, después de la caída, realizar la ruta y tener todavía los redaños de trepar hasta allí.
Iniciamos en regreso, José nos avisó de que aún quedaba un buen trecho por subir, nos dio el consejo de que nos lo tomáramos con calma que el esfuerzo sería sumo. Pero lo mejor estaba por llegar. Javier T, gracias al saber hacer y a la amabilidad de su esposa, a la que aprovecho para agradecer desde estas líneas, nos regaló unas buenas viandas, que supieron a gloria, a beso y a miel.
Unos buenos torreznos, como esos que hacen en Soria que nos zampamos en un tris en un entorno difícil de igualar.
Iniciamos el regreso tras todo esto en una tremenda cuesta abajo, por un terreno engañoso que si bien parece que pudiera facilitar la bajada, no es así , ya que se muestra traidor y esquivo ,regalando unas curvas que, o bien tomas con toda la prudencia y técnica que seas capaz o voto a mil que te mandarán fuera de la pista y al suelo consiguientemente.
Es de lamentar que, debido a este tramo en puertas de la cueva, que se mostró lleno de espinas y abrojos , se sucedieron los pinchazos , si no me falla la memoria hasta un total de cuatro. Lo que indefectiblemente hizo que nuestros tiempos se fueran las traste, tirando al suelo de la misma forma toda posibilidad de tomar ese refrigerio que acostumbramos en el bar, al acabar la ruta.
Tuvimos que partir el grupo en dos, mandando a un buen número de compañeros para adelante mientras atrás quedábamos cinco tan solo , José, Javier T, Leo, Pao y este su seguro servidor. Que llegamos un poquito más despacio, un poquito más tarde, No pasa nada, aquí el Ritmo lo marca el último.
Sólo me queda por reponer una cosa, mezcladas andas las cosas, junto a las ortigas nacen las rosas....
Gracias por tu tiempo estimado lector.
V.
Dedicado a un jilguero que voló libre de verdad.